EL JUEGO DE MICHÍN
La suerte de Colombia en el conflicto venezolano.

Los gobiernos son exitosos no por el contenido ideológico de sus programas, ni por ser de izquierda o de derecha, sino por sus logros en la generación de felicidad y bienestar para sus asociados. El modelo democrático liberal, en nuestros tiempos, enfrenta grandes retos conceptuales, en cuanto no genera un razonable nivel de satisfacción para todos, no siendo suficientes la libertad y el voto.
En el ámbito moral, la democracia tiene que ser el instrumento que ayude a alcanzar una sociedad mejor, más libre e igual, o en su defecto, en términos de Macpherson, estamos frente a un particular modelo en el que la democracia no tiene ningún valor moral, siendo un mero mecanismo para autorizar gobiernos. Este es el debate universal, ¿es suficiente la democracia? En nuestro caso, el éxito del actual gobierno colombiano, igualmente depende de sus resultados, veamos.
La crisis en Venezuela y el atentado terrorista del ELN, se han convertido en los temas más dinámicos de la actividad gubernamental, dándole un norte al presidente Duque. Existía una enorme coincidencia en muchos analistas, al observar que el ejecutivo nacional no había logrado definir un accionar claro en su agenda pública. Parecía que, luego de seis meses, aún se encontraba en el tradicional empalme. Lo más visible eran unas impopulares medidas tributarias, que establecían exenciones y privilegios a unos, y apretaba la caja de las mayorías, sin lograr superar el anunciado déficit. Así lo mostraban las encuestas de opinión.
Hoy, la situación es totalmente distinta, vemos un presidente al estilo Michín, anunciando el uso de daga y pistola en palabras de Pombo, comprometiéndose a derrotar a los guerrilleros y al régimen chavista liderado por Maduro, y a todo a quien se atreva a ponerse en su camino.
El gobierno nacional ha tocado a somatén, convocando acciones que han hecho desaparecer la paz como tema propio de la Casa de Nariño. Se respira un ambiente bélico que enrarece el clima público. La razón social “Águilas negras” actúe con plena libertad, amenazando y matando líderes sociales y dirigentes políticos, llevando los indicadores de asesinatos a límites vergonzosos. El ELN promueve nuevos atentados terroristas. Las mafias del narcotráfico dirigen poderosas bandas que actúan con impunidad plena. Grupos armados incursionan en zonas urbanas, volvieron los desplazamientos y la zozobra retornó en varios territorios rurales.
Sin duda, es una temperatura poco propicia para estimular los negocios y las inversiones. La flama de paz se ha ido apagando. Ya muchos han preferido congelar sus decisiones de negocios, en espera de los desenlaces. La buena noticia, para el gobierno, es el alza en las encuestas favorables al presidente Duque, que pronto se verán y se celebrarán. La mala noticia, para todos, es que la incertidumbre sobre tales desarrollos de violencia, alentará la prudencia inversionista, aplazando los resultados que se requieren pronto para superar el magro crecimiento de la economía. Incertidumbre, miedo y violencia, son factores que congelan y magullan el logro económico.
Una cosa es estimular esta agenda bélica y otra, muy diferente, ponerse al frente de las angustias de la gente, en temas como el empleo, la salud pública, la seguridad ciudadana, la brega contra la corrupción, y la educación pública.
De un lado, golpear al ELN no será tarea fácil, e implicará el renacer de graves daños a la población protegida, considerando que el modo de operar irregular de esta insurgencia, en violación a las normas del DIH, se basa en ocultarse en medio de la población civil, sin uniformes, ni signos distintivos y -ahora- casi que sin campamentos. Los niveles de paz y tranquilidad logrados con los acuerdos de la Habana, ahora comenzarán a ser añorados.
De otro lado, la apuesta de la política internacional del gobierno colombiano por derrotar el régimen chavista en Venezuela, implica graves riesgos. Si se logra una solución política, diplomática y pacífica, sin duda, el presidente Duque recibirá una excelente recompensa de reconocimiento internacional, y -lo más importante- Colombia recuperará su mercado natural, dinamizando nuestra economía con exportaciones a Venezuela y participación directa del empresariado nacional en la nueva realidad económica de la hermana república.
Si, en cambio, no hay negociación y se imponen vías de hecho, el escenario militar muy probablemente podrá extenderse hasta el territorio nacional. Colombia ya está involucrada y es cándido pensar que podremos mantenernos al margen, el teatro de operaciones no dependerá de nuestra voluntad. Si en suelo colombiano llegaren a establecerse tropas que combaten en Venezuela, los daños a nuestro país serán incalculables, y habrá un solo responsable a quien se le pedirá cuentas. Quien pierde paga, así se trate de Michín.
Una confrontación armada en medio de la crisis venezolana, supone que el régimen chavista se resiste a un acuerdo y opta por la permanencia a toda costa, contando con la voluntad de su dirigencia para vencer o morir, con el respaldo de gran parte de sus fuerzas armadas y un importante sector de la población. Nada está descartado, pero hay que persistir -hasta la saciedad- en la búsqueda de la solución política.
Tal solución diplomática implica el talento para negociar una salida digna para todas las partes, incluyendo -pero sin limitarse a ello- la cuestión cubana, las garantías para una transición sin retaliaciones, y el derecho de todos, sin exclusiones, de participar en las próximas elecciones. Tal acuerdo político requiere de la participación de terceros, mediadores y garantes, espacio en el cual ya el gobierno colombiano se ha excluido voluntariamente.
No se trata simplemente de defenestrar a un presidente, ni de superar un gobierno autoritario, pues no se puede desconocer que el statu quo ante bellum corresponde a un régimen con 20 años de existencia y un arraigo popular que, aun cuando no mayoritario, subsiste en la conciencia de muchos. El camino será muy largo y complejo, no habrá un simple borrón y cuenta nueva y tampoco se verán los humos muy pronto. Maduro no se retirará a sombrerazos, ni tiene mucha prisa por irse.
Hay quienes piensan que basta simplemente que se dé un acuerdo entre los gobiernos de los Estados Unidos, Rusia y China, para que se resuelva la crisis. Tal convenio, no será difícil, siempre que se garantice el interés económico de esa triada de poder. Se olvida que el factor interno es igualmente decisivo, se requiere que aguja, hilo y dedal se alineen. Cada quien con sus propios intereses y su juego. Me temo que en este conflicto el interés de los colombianos cuenta muy poco. Recibiremos los sinsabores y perderemos las albricias.
El juego del gobierno nacional está sobre la mesa. Duque ha apostado, en un trance en donde no hay cartas marcadas y se puede ganar con un mero par de sietes. Los colombianos, como simples espectadores, veremos cómo se define nuestra suerte, el resultado final no está a la vuelta de la esquina. El éxito del presidente Duque dependerá de tales resultados.
En cualquier caso, no hay espacio para hacer de Michín, recordemos que el poeta termina aleccionando al personaje:
“..Con la fresca matinal
Michín recobró el sentido
y se halló manco, impedido,
tuerto, hambriento y sin un
real…
…dice a la madre; “has de ver
que nunca más seré malo,
¡ oh mamita ! dame palo
¡ pero dame qué comer! “