El Deicidio que Nunca Fue: La Traición del Canciller
Una reflexión profunda sobre la traición política, inspirada en un caso reciente que desnuda las pasiones, las debilidades humanas y el precio de la ingratitud. Desde Caín y Judas hasta los traidores modernos, esta columna analiza cómo el resentimiento puede corroer las causas justas y terminar en la autodestrucción.

Siendo Canciller nunca ahorró elogios para valorar al Gobierno Nacional y adular al Presidente Gustavo Petro. Abandonado el cargo, se acabaron las lisonjas y tomó el puñal para asestar una estocada por la espalda a quien fue su líder venerado, su jefe político y funcional.
La traición ha sido una constante en la historia de la humanidad. El estudio de este repugnante comportamiento permite entender ciertos giros históricos, e iluminar aspectos esenciales de la naturaleza humana. Se afirma que comprender la traición es, en última instancia, comprendernos a nosotros mismos y entender el límite de nuestras acciones.
El conflicto entre quienes militan en una misma causa, mantiene similitudes con el enfrentamiento entre hijos del mismo padre y madre. Estas luchas entre hermanos, socios o militantes de una misma causa, pueden evaluarse desde diversas ópticas: ética, existencialista, simbólica y social. La literatura en el campus, comienza analizando el conflicto fratricida entre Caín y Abel.1 No solo constituye uno de los primeros episodios de traición y violencia fraternal, sino que también encierra una profunda alegoría sobre la naturaleza humana, el surgimiento del resentimiento y el sentido del mal. Desde la conformación de las primeras comunidades sociales, la traición, entendida como la ruptura de un vínculo de lealtad o confianza, ha acompañado al ser humano. Es un fenómeno complejo que trasciende lo meramente emocional y se inscribe en un ámbito ético, político y filosófico.
Aristóteles sostiene que la amistad y la polis constituyen los pilares de una vida virtuosa. La traición, en este contexto, implica una disolución del pacto ético que sostiene la vida en comunidad. No se trata únicamente de un daño al otro, sino de un acto que corroe la integridad del sujeto traidor.2 Nietzsche plantea que la traición frecuentemente se enraíza no en la afirmación creadora, sino en la decadencia espiritual. El traicionero no siempre es un individuo atrapado en el resentimiento o en deseos egoístas, puede ser sujeto de sus valores propios.3
El comportamiento de Judas Iscariote, representa una de las traiciones más emblemáticas de la tradición judeocristiana. Su acto de delatar a Jesús de Nazaret por treinta piezas de plata, encarna la traición interna, aquella que no proviene del enemigo externo sino del discípulo, del amigo. Su beso, cargado de afecto aparente, permanece como una potente metáfora de la falsedad encubierta. La carta pública del Canciller aparenta ser el bondadoso mensaje a un amigo.
El asesinato de Julio César a manos de Bruto, su protegido y supuesto “hijo adoptivo”, expone las tensiones entre la lealtad personal y la lealtad política. Bruto justificó su acción como una defensa de la República frente al autoritarismo cesariano. No obstante, esta justificación sigue siendo objeto de debate ético: ¿es lícita una traición si busca preservar un bien superior? El valor ético no transable, en nuestro caso, obligaba al entonces Canciller una vez conoció los hechos aparentemente inadmisibles, a renunciar de inmediato. Pero no lo hizo y guardó silencio.
Durante la Revolución Americana, Benedict Arnold pasó de ser un héroe a convertirse en símbolo de la traición nacional al aliarse con los británicos. Su decisión muestra cómo la traición puede surgir de heridas narcisistas más que de convicciones ideológicas. En este caso, se observa cómo la percepción de injusticia personal puede llevar a una ruptura con los principios colectivos. Hoy vemos que el fallido Canciller es aplaudido por sus otroras enemigos. O quizás nunca fueron rivales en la paradoja eterna del converso. La nostalgia de haber sido, y el dolor de ya no ser.
La traición sólo puede darse donde existe confianza, es decir, en el seno de las relaciones más profundas. El lisonjero y locuaz Canciller, formaba parte del círculo de confianza del Presidente Petro, al punto que era de los pocos Ministros que no requería autorización para orientar su cartera y llevar la vocería del Gobierno Nacional y del Estado colombiano. No se traiciona al enemigo, se traiciona al amigo, al amante, al pueblo, a una causa. En palabras de Albert Camus, el ser humano vive en tensión permanente entre la rebelión y la fidelidad. La traición podría ser, por tanto, una consecuencia de esta tensión ontológica entre el deber y el deseo, entre el compromiso y la libertad.4 El chaquetero calculadamente decidió tomar partido en favor de los suyos de toda la vida, a eso lo llaman la puñalada trapera y la traición de la cobra. Otros dirán que peló el cobre, o que mostró el verdadero color de su alma.
El plan se forjó dolosamente en la mente del desagradecido. Confeccionado con el detalle propio del alfarero que idea, diseña, moldea, prepara y ejecuta su acto desleal. Con el pulso firme de armar la maquinaria, pieza por pieza, con sincronía de tiempos y anuncios, calculando generar la expectativa suficiente para ocupar las primeras líneas de la información. Sabedor del alcance internacional de su maquiavélico plan y el poder de daño de su fuego enemigo.
Estos actos del desleal, son especialmente perversos cuando son manifestaciones de desagradecimiento. El Presidente Gustavo Petro, en un acto magnánimo y audaz, nombró a un Canciller, estando ya en el ocaso de su larga vida pública. Con este nombramiento le tendió la mano en un acto de merecido reconocimiento, y el converso mordió la mano de quien le extendió un diploma.
El filósofo Séneca, advertía que el ingrato no sólo daña al benefactor, sino a la comunidad entera, porque destruye la cadena de reciprocidad que sostiene la vida social. Para él, la gratitud era la madre de todas las virtudes sociales, y su ausencia, un signo de decadencia moral.5
La persona desagradecida no se siente moralmente comprometida a devolver el bien recibido, ni siquiera mediante el simple acto de reconocerlo. Esto puede interpretarse como una ruptura del "pacto implícito" que sostiene las relaciones humanas. Muchas veces centra su atención en lo que cree merecer, en lugar de lo que realmente ha recibido. Los desagradecidos son propios de ciertos círculos capitalinos que creen haber nacido con los merecimientos ya ganados. De ellos jamás se obtiene un gesto de aprecio sincero.
En nuestra cultura latina, la gratitud se considera una norma básica de convivencia. Ser desagradecido es ir contra esa norma, todo lo que se resumen en la legendaria afirmación bíblica: “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.6
Jean-Paul Sartre, en clave existencialista, diría que un traidor es libre y, por tanto, totalmente responsable. El traidor elige definirse por el rencor, no por la superación, y su castigo no es tanto la expulsión, sino el peso insoportable de su propio acto.7 Triste final de la historia del desagradecido quien no será recordado por su carrera pública y sus militancias, sino por su espacio en la galería resevada a los traidores.
En el escenario etológico, cuando un animal ataca a otro y lo vence, a menudo se va y lo deja. Una vez que ha demostrado su superioridad, puede no ver la necesidad de continuar la agresión. El Canciller bien podrá ahora acomodarse en su retiro, sabiendo que lo vamos a olvidar. No hay tiempo para distracciones. Clavar almaradas y desarrugar mortajas, no es propiamente progresista.
La carta al hacerse pública desnudó al Rey. Pero el cálculo salió al revés. El acusador pretendió mostrar el traje del Emperador, pero en términos de Andersen, quien estaba desnudo era el propio escritor.8 El remitente construyó un arma política con careta de mensaje para salvar al amigo. Con sus curtidos años de experiencia, el desagradecido tenía muy bien calculados los efectos del mensaje, que fue precedido de toda una campaña de ambientación, propia del lanzamiento de un producto comercial, y en este caso la mercancía era una bomba tóxica que, sorpresivamente, envenenó a su propio inspirador. En el entretanto, el nominador tan generoso como equivocado en esa designación, prosigue su cometido, ahora con renovados bríos y un mayor apoyo popular convocado hoy a Consulta.
El desagradecido al urdir su acto de traición, se propuso ser protagonista del sueño dorado de los opositores. La estocada hizo daño, pero el cálculo falló y sólo logró cerrar la puerta al deicidio que nunca fue.
- Sagrada Biblia. Génesis (4:1-16).
- En Ética a Nicómaco. Aristóteles
- Friedrich Nietzsche. Más allá del bien y del mal.
- Albert Camus . El hombre rebelde.
- Séneca. Tratado De Beneficiis.
- Sagrada Biblia. Proverbios 30:17-33.
- Jean-Paul Sartre. El ser y la nada.1943
- El traje nuevo del emperador . El rey desnudo. Eventyr, Fortalte for Børn (Cuentos de hadas contados para niños). Hans Christian Andersen .1837